miércoles, 20 de julio de 2011

Guatemala: Mano dura, ¿de quién y contra quién?

Foto latribuna.hn
Por Carlos Maldonado - ALAI

La segunda semana de julio fue de acontecimientos tumultuosos en Guatemala. El cantautor argentino de renombre mundial, Facundo Cabral, fue asesinado por un comando armado en la madrugada del sábado 9. 

El domingo 10, murió el prócer guatemalteco Alfonso Bauer Paíz, ejemplo de vida revolucionaria después de haber luchado por su vida casi tres meses a raíz de un derrame cerebral.

Dos acontecimientos que sirvieron providencialmente para desviar totalmente la atención de otro hecho acaecido el jueves 7, cuando un guardaespaldas de Lisbeth Pérez Leal, hija del candidato a la Presidencia de Guatemala por el Partido Patriota, el general retirado, Otto Pérez Molina, baleó e hirió gravemente en el abdomen a un Policía Municipal de Tránsito –PMT-, enteramente desarmado; quien, cumpliendo con su trabajo, lo multó por parquearse en un lugar prohibido cuando esperaba a la hija del candidato, tras haber ingresado ésta a un hospital privado para realizarse chequeos médicos, según notas periodísticas.

Este hecho, aparte de demostrar la prepotencia y violencia que ostentan muchos miembros de seguridad privada al servicio de algunos candidatos y otros personajes, evidencia el espíritu militarista que se ha impregnado en la sociedad a tal punto que existe un sin número de casos delictivos donde estos elementos particulares y de la seguridad del Estado están implicados seriamente. Muchos de ellos sin resolverse lo que coloca a Guatemala como uno de los países más impunes. A ello, se une la indiferencia de la sociedad civil ante la cual este hecho pasó desapercibido.

La noche de ese día, más para que el caso no incidiera negativamente en contra de su candidatura que por humanidad, además de la propaganda gratis de altruista, el ex General Otto Pérez se presentó al Hospital junto con su hija y ofreció a la familia del PMT pagar su curación y hospitalización. Sin embargo, dádivas más, dádivas menos, este hecho nos debe alertar sobre la impunidad con la que actúan los miembros de la escolta personal del candidato y de su familia, pero especialmente, nos debe poner sobre aviso de cómo se conducirán en el futuro él mismo, sus parientes, amigos, financistas y seguidores. Si hoy, envalentonados por puntear las encuestas, se regodean en estos hechos que harán mañana si ganan.

La campaña electoral guatemalteca se ha diluido en un tema focal: la seguridad, como respuesta a la ola criminal que agobia al país. Sin embargo, la seguridad ofrecida por los candidatos es la basada exclusivamente en el uso de las armas y la represión. Y, aunque propuestas como la de “mano dura”, haya fracasado en otras latitudes, como El Salvador y Honduras donde fue implementada por el gobierno arenero de Tony Saca, es la que tiene grandes probabilidades de imponerse en nuestro país. Por tanto, las expectativas ciudadanas con respecto a la construcción de una sociedad más justa, equitativa y humana seguirán postergándose pues al momento solo la izquierda ha formulado un plan integral de gobierno pero éste no se escucha por el endemoniado ruido de la propaganda de la derecha, donde se habla de la “Guatemala que sueñan”; de que “triunfen los valores”, que “solo la familia unida salva a Guatemala”, etc. Palabrerías que no dicen nada concreto pero que emocionan a las masas.

La oferta electoral es ahora más díscola a buen tono con los tiempos frívolos que vivimos.

Por ello, es fundamental aclararle esto a la población, pues mucha gente cree aún que encarcelando y asesinando a los “antisociales” o sacando permanentemente al Ejército a las calles es como saldremos del laberinto de muerte en que nos encontramos. Gran equivocación. Al contrario, eso lo que se ha venido haciendo sistemáticamente y la espiral de violencia se sigue incrementando. ¿Acaso no aparecen cuerpos de jóvenes, especialmente, muertos en calles y predios baldíos? ¿Cuántos jóvenes están involucrados en el crimen común y organizado? No lo sé, pero sé que matándolos o encarcelándolos no resolveremos el problema.

Lo que nos enseña la historia es que la seguridad pensada como una dinámica integral debe comenzar con dotar a los ciudadanos de instrumentos para agenciarse honradamente sus medios de vida (empleo) e instrumentos que ayuden a los ciudadanos a dirimir sus controversias desde las más simples hasta las más complejas (justicia). Y, estos son factores de convivencia mínima dentro de una democracia liberal. Ni por asomo socialista.

En mi país todos sus habitantes quieren trabajar y producir pero, todos también, quieren hacerlo en paz. Esa es la vida.

El PMT que yace en cuidados intensivos en el hospital privado no es un caso fortuito, sino cotidiano que se repite contra cientos de conciudadanos fruto de esa cultura del terror y la violencia para zanjar disputas. Sin embargo, proviniendo de un escolta asignado a la hija del candidato de la “derecha” más extrema nos debe alertar. Si así se comportan ante una autoridad, porque eso es el Policía Municipal de Tránsito, ¿cómo se comportarán con los ciudadanos comunes? ¿Seguirán con la limpieza social, con escuadrones de la muerte, con linchamientos, con represión hacia personas que para ellos, en su estrecha concepción del mundo, como lo evidenciaron en el foro convocado por la Iglesia Católica, están “enfermas, desviadas o perdidas”? Léase homosexuales, travestis, transexuales, lesbianas. O, la pobrísima opinión que sustentan ante temáticas cruciales y actuales como el aborto, la educación sexual, el género, las drogas, etc.

Realmente es preocupante que la población en vez de vislumbrar estadistas que puedan enderezar el rumbo de la nave, lo que vemos es un grupo de personajes que no conocen la realidad del país, sino solo la de su pequeño coto.

Todos los habitantes, en ciudades y campos, estamos hartos de funcionarios corruptos públicos y privados, incluyendo a los del orden, rondas vecinales, rejas, bolardos, muros, alambres espigados, cerraduras, en fin elementos feudales que nos dan una falsa idea de seguridad. Queremos transitar libres, sin temor ni paranoia; que nuestros hijos se desarrollen plenamente en respeto a los demás, pero sin ser perseguidos ni muertos por sus opiniones.

¿Usted que considera?

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